Como ya todos saben,
Taylor disgregó el concepto de destreza física en movimientos y tiempos. Esta
división le permitió examinar el tipo de movimientos que realizaban los obreros
y calcular el tiempo que tardaban en hacerlos; esto le posibilitó rediseñar
esos movimientos y tiempos para garantizar un aumento en la producción.
Esta operación tan
sencilla produjo un incremento en la productividad en el trabajo nunca antes
vista. Pero no vamos a detenernos en los aportes que Taylor realizó al mundo
laboral, sino en un aspecto de su vida mucho más anecdótico.
Frederick Winslow Taylor
amaba los deportes. Pero era de complexión débil y tenía problemas de vista,
así que no podía participar de los juegos que los demás organizaban. Fue así
que, desde adolescente, se vio resignado al papel de espectador, a observar
cómo los jugadores derrochaban energía en movimientos inútiles mientras él
pensaba de qué manera esos movimientos podrían perfeccionarse para mejorar el
rendimiento físico.
Si bien Taylor nunca
escribió un libro sobre educación física, sus aportes pueden rastrarse en
deportes tales como el atletismo.
En el atletismo, se utiliza un cronómetro para medir la cantidad de tiempo que el atleta tarda en recorrer una determinada
cantidad de metros y se busca la manera (observando los movimientos) en que
pueda hacer ese mismo recorrido en menos tiempo.
¿Esto les suena familiar? El
taylorismo sigue vigente.